"Mousquetaires"

"Un pour tous et tous pour un"

Un camino, un pensamiento, una vida.
Algunos están, otros son, el reloj sigue avanzando y no se detiene para nada ni nadie, sólo tiene el giro de las manecillas para dejar de vivir para comenzar a existir; la última visita a una sombra del pasado me detuve escuchar en par de sus palabras; al penetrar la perilla de aquella puerta de caoba, el aroma al consumo de su cigarrillo llego a mí, deslicé un asiento hacia él, estaba él recostado, noto sus ánimos pero su falta de fuerzas, su desdén; sólo me detuve un par de minutos, él quisiera hablar de sus días con su llamado traje azul, sus aventuras junto a unas personas iguales a el, aunque el tiempo sobre él ya caía como arena; más tiempo le di. Con la boca más que seca a cada bocanada de aire el sufría, intentaba con cada palabra transportarme con él, a revivir esos pasos, esas caídas cada lágrima y cada sonrisa, si una estrella de esa gran bóveda celeste él guardaba, él me lo decía.
Recuerdo que me llevó al pasado, a su primera aventura; comenzó llegando a una esquina donde los coches se concurrían con un par de luces, sólo pasaban de uno en uno como reos, en ese mismo lugar estaban esas personas de traje azul como él, solo llega y a su carga la deja caer sobre un montículo de piedras, entonces el reloj avanza, espera sentado con una pierna sobre la otra deseoso de avanzar; con cuatro escalones subir llegó a su transporte, observaba, sentía el calor de cuarenta personas paradas por el pasillo sin dejar pasar, mientras otras sentadas ya esperando a partir, al final sólo se dejó caer en un asiento disponible para él y otra persona junto a él, al avanzar el segundero, el transporte de cuatro ruedas igual avanzó; seguía por kilómetros, a través de la ventana el veía las líneas de la carretera pasar como si fueran una sola, una señora fuera de una tienda esperando a que alguien siquiera asomara su presencia por ahí.
El vidrio totalmente transparente se empañó, al observar el atardecer, viendo caer el sol atrás de esa gran relieve rocosa, una nube tapaba poco a poco el panorama dando así un bellísimo fondo naranja por encima de ese cielo claro que ahora pasaba a la noche.
Entre silencios y hablas, estaba abrazado de una persona sin importar tiempo ni espacio; a ambos la noche un escenario majestuoso les dio. En medio de la oscuridad se detuvieron, entre árboles con el auténtico sabor a vida, a ese aroma que por cientos de años ha estado ahí y sin despedirse jamás se irá; con un manto de luces pequeñas, entre los brazos de la naturaleza dejaron sus cabezas descansar, sus cuerpos caer. Con una interrupción en las horas de la madrugada su mismo descanso acabó, despertando de cada sueño, sólo quería observar el milagro del amanecer, escuchar la armonía de los rayos del sol saludando a cada árbol hasta llegar a él, descubriendo el clímax de la vida “un día nuevo”.
Sin dejar un solo rastro de su visita nocturna, sólo llevaron sus esperanzas, sueños, pero sin ningún peso extra; por un obstáculo inmenso se iban a enfrentar, subiendo, bajando, hacia delante, hacia abajo, rodeando siguió adelante junto a sus iguales; en unas formaciones rocosas descansaron, después un camino peligroso hacia abajo le estaba esperando, un reto a ellos les tocaba juntos derrotar, un pie frente al otro iba, temblando de las rodillas a las manos, sólo observaba aquella caída que podía recorrer, sin pensar en más, tomó con su mano un extremo de la soga, confiando en ella, comenzó a descender desde la cúspide de aquella montaña, afinando muy bien cada paso hacia abajo, una gota de transpiración recorre sus entrañas, la sensación de tocar tierra lo corroe, mirar abajo es una gran alternativa liberadora, solo hasta tocar el punto bajo logra regresar a su respiración normal; ahora sólo quedaba esperar a los que faltaban, con paciencia uno tras otro iban descendiendo y los minutos pasan, hasta que todos logran llegar. Frente a la penumbra de la oscuridad, estaban junto a ese desafío visible, tomaron casco y lámpara, encendieron su fe, agarraron la mayor clase de confianza, valor de cada uno. Sólo le quedó, al estar frente a la cueva, dar una bocanada de aire, y comenzar a internarse junto a los de traje azul, viraba de un lado a otro el pequeño rayo de luz que podía generar para observar su alrededor, a lo largo del camino el sonido del silencio era su mejor compañía, todo lucía como un desfile de luces sobre el agua, daba un reflejo de asombro, de maravilla; dejando que la corriente lo llevara, se desprendía del mundo, gozaba de ello, rosaba las rocas con sus manos con tanta suavidad que se sentía parte de ellas; el frío se les hacía algo físico, un tremendo rival se sentía como agujas en el cuerpo clavándose una a una pero luego acupuntura era. Un par de horas sin detenerse estuvieron, para poder en una entrada de luz llegar, paz en ella encontrar; repasó uno a uno cada momento de su fiel pasado, con sus manos toma una roca tan grande como su pasado sin pensarlo sólo la arroja al fondo del espejo de agua, explotando así en mil pedazos y dejar parte de su pasado en el fondo. Al hombro su pequeña carga volvieron a poner cada uno, a sus pasos retomar, el camino avanzar.
Ya no veía mas a esas personas de traje azul, ya que ahora formaban parte de él, unidos en un mismo objetivo, sentido; por agua, tierra, arena y oscuridad iban con el mismo paso, igual a una caravana silenciosa iba uno detrás del otro como una sombra compañera, con gestos detrás de una mascara avanzo junto a ellos, el sonido del frío logro cesar en cada cuerpo de los presentes, la sensación de soledad no era más un factor común entre ellos y la solemne oscuridad.
Repitiendo cada paso, dejando el mundo exterior, por agua sin patalear era necesario avanzar para sobrevivir a cada camino desconocido que por delante tenían; un momento de pérdida paralizó a cada uno, sólo las gotas rápidas eran aquellas que se escuchaban, y la salida de esa espera les da el camino a continuar. Una brisa de encuentro en su alma se incorpora a ellos, un perfume de libertad en una sensación de alegría que por sus venas corre a cada extremo de su cuerpo; no estaba huyendo de la soledad, sólo trataba de encontrar algo más allá de sí mismo y unas cadenas de olvido él desvaneció, el revoco de sí mismo; ahora los cuarenta y tantos disfrazados inmortalizaron ese momento de logro, de coraje con valor, de superación a ellos una vez más. Hasta la cima se encaminaron, y como un abrigo de calor el momento les regaló, ahora sólo les queda un camión que abordar, un atardecer más, un camino que juntos tomarán y una vuelta a casa…
Aquello que él vivió con esas personas de traje azul, no acabó y nunca acabará, en su mente siguen los recuerdos y en su corazón su memoria. Con su necedad de continuar solo siguió; me devolvió al presente y sólo tomó mi mano con esfuerzo, me dijo: “Cuando salgamos, asegúrate de cerrar la puerta”.
Esa caída del sol, lo tuve que llevar por ese último largo paseo, su compañía fue grata, su vida a su fin llegó pero su pensamiento nunca acabará. Ahora esas personas de traje azul ya no están, ahora “EXISTEN”…
                   
FIN

"Abre tu mente más allá  de sólo las palabras, imagínalas como un gran escenario".


 
Víctor Manuel “Moy”.